sábado, 31 de julio de 2010 | By: Roque

El nuevo ejército

El vagón del metro realizó su parada en la terminal de la línea, el ruido de los frenos desgastados y su gran peso emitieron un sonido que envolvió cada uno de los rincones de este espacio, de inmediato todos los pasajeros descendieron para tomar su lugar o rumbo en la gran multitud que más bien se asemeja a una masa dirigida. Las historias de cada uno de los integrantes son tan largas como la distancia que cada uno ha recorrido con rumbos distintos, el punto de encuentro de esta nueva conglomeración se consume en los pasos, se diluye en las entradas o distintas escaleras que aparecen en el camino como letras en oraciones. El día se encuentra en sus primeras 6 horas de nacimiento, a pocas horas de su alumbramiento él se ha visto invadido de experiencias desgarradoras, esperanzadoras y cotidianas para el resto de su gran elenco: "la humanidad"; el clima abraza a todos los habitantes de la ciudad con un aire fresco que invita a buscar un refugio más cálido.



Al abandonar a la masa dirigida, empiezo a darme cuenta de lo que es caminar solo a través de los elementos de la ciudad, el atravesar un mercado, cruzar puentes o un parque,ya que el hecho de andar a través de la penumbra de la madrugada me hace sentirme realmente como un pequeño ser en esta gran inmensidad de vida, de los grandes movimientos de los cuales soy un pequeño engrane de esta maquinaria tan compleja.

Al entrar a mi centro de trabajo los buenos días y los procedimientos que debo de seguir para el ingreso, son parte cotidiana del saludo, todos nos conocemos y a la vez desconfíamos, ya que a final de cuentas el trabajo es quién nos lo pide. Puedo darme cuenta que hay hombres que conocen y aman su investidura y lugar que les ha conferido la empresa, todos presurosos alistan lo necesario para empezar sus actividades, empujan las cajas con su herramienta mientras preparan todo para su salida.

Se encadenan sus obligaciones y sus llaves, salen contra el sol, frío, lluvia o problemas comunes, este es mi nuevo ejército
sábado, 24 de julio de 2010 | By: Roque

Mi amada, y a la vez tortuosa Ciudad

El despertador del teléfono celular suena a las 5:20 am, normalmente suelo darme otros 15 minutos de tolerancia para conciliar un poco más de sueño, sin embargo en esta mañana me anticipé a la cruel alarma y daba muestras de conciencia desde las 5:00 am. Realmente no hacía nada más que estar acostado en mi cama pensando a la vez en nada y en mucho, cosas que todavía no pueden suceder y que voy anticipándome a que sucedan, algo curioso pero cierto.

La obscuridad de la madrugada envuelve cada rincón de mi cuarto, así como el silencio que posteriormente se verá transformado en el ruido cotidiano de cada día, la única luz que se puede percibir es la de mi celular que marca la hora en que tengo que iniciar mis labores de rutina. Como he descrito mi mente se encuentra pensando en situaciones inciertas, pero debo de obedecer esta alarma, ya que desaprovechar un minuto puede costarme unos 40 minutos en un traslado.

Encender el calentador de agua, quitarme la pijama, rasurarme, meterme a la regadera, ponerme el desodorante y mi loción, vestirme y peinarme, actividades que hacen que mi apariencia adormilada desaparezca dando bienvenida a lo que es ahora mi disfraz de un día de trabajo, incluso mi rostro que no cuenta con maquillaje, se va adaptando a dibujar sonrisas.

Mis pasos presurosos en las calles van rompiendo el silencio, mientras la temperatura fresca del ambiente hace que recuerde lo importante que es estar abrigado, mis pensamientos, antes si bien eran un entretenimiento, ahora no daban paso a otro objetivo más que el simple hecho de llegar a la estación del tren lo más pronto posible, como si hubiera dado paso a la metamorfosis de un ser humano a una máquina perfectamente programada.

La estación del tren se encuentra tan iluminada, como si fuera un anuncio intermitente de alguna marca comercial, su luz blanca atrae a estudiantes, amas de casa con sus niños pequeños, trabajadores tanto de fabricas, empresas repartidoras, oficinistas; todos llegamos como moscas atraídas por una trampa de luz violeta, mientras que en el anden cada quién adopta su posición tal cual si estuviéramos en una puesta de teatro, donde cada uno de los actores tiene una ubicación definida.

Las luces del tren aparecen a lo lejos, mientras todos los que estamos en la estación nos conocemos de vista, aunque nunca hemos intercambiado palabra alguna, a todos los recuerdo perfectamente, la señora con sus dos hijas, el señor con su portafolio, una familia completa, el chico ejecutivo con su traje, todos ellos son parte de esta rutina diaria, que da otro paso al momento de llegar el tren y abordarlo, todos buscamos un lugar donde sentarnos y dormitar por lo menos otros 30 minutos en lo que llegamos a la terminal.

Al llegar a la estación terminal, todos caminamos hacia la estación del metro, esta actividad me recuerda o me hace sentir como un borrego que está siendo pastoreado hacia un gran pastizal, donde nuestra meta de igual forma es solo llegar al siguiente punto, no hay palabras, solo se escuchan nuestros pasos presurosos con dirección al anden, todos parecemos una gran masa conducida por un gran ilusionista.

Durante el trayecto en el metro, voy empezando a ver el amanecer de la ciudad, donde todos sus habitantes tienen tantas cosas menos tiempo, y es donde las figuras de esta gran maqueta toman vida, los puentes grises, los edificios viejos y nuevos, los hoteles, los bares, las escuelas y estar en el movimiento del vagón me da la sensación de volar a través de esta singular obra, las perspectivas del cielo en relación con las avenidas y techos, todo es una linda película que no está siendo grabada.




sábado, 17 de julio de 2010 | By: Roque

Trato de hacer

Inicio mi día temprano, ya que aprovechar al máximo el tiempo me lleva a descubrir que puedo hacer muchas cosas antes de que llegue la noche.

Escucho música durante mis traslados, ya que el bullicio o el silencio matutino de mis compañeros de viaje es una gran lápida de piedra.

Suelo leer, para matar el tiempo mientras espero o cuando llega el ocio, también para despertar mi canal de imaginación (debo de cuidar mucho de que no esté empolvado).

Camino lo más que puedo, ya que hay mucha prisa en estos días, sin embargo prefiero sentir que mis piernas son grandes pilares de mi pesada existencia.

Hablo con mis amigos lo más que puedo, ya que a lo largo de esta vida he perdido gente a la que no le pude decir adiós.

Me encanta hacer música, no me basta con el hecho de solo escucharla, ya que la mejor forma de retratar mis sentimientos es componiendo una canción.

Cuando queda en mis manos, ayudo a las personas que conozco y no conozco, de alguna forma u otra debo de agradecer lo mucho en que otras personas también me han ayudado.

Para pedir justicia, debo de ser justo y honesto con los que me rodean.

No me gusta tener deudas, a pesar de que me quede sin dinero.

Me gusta ser puntual, ya que el tiempo que te puede otorgar otra persona es el detalle más íntimo que puedas tener.
sábado, 10 de julio de 2010 | By: Roque

Vagón

El vagón suspira
Por ser tan poco concurrido
Y mi diario sufrir
se calma al verte

Mientras me abrazas
como si perdonaras
a un asesino
o al mal mismo

Tus manos
recorren mi nuca
buscando
una palabra linda

Me hablas
lento
como el sol
al amanecer

Me besas
Con tus ojos llorosos
mientras permanezco
un tanto distante

Y tu mirada
busca con cariño
dibujarme una sonrisa
en toda mi rutina

Me buscas
Amorosamente lo haces
En tu pantalón café
en tu bolsa del mandado

Y pienso
más bien me arrepiento
de correr de ti
pensando en el no puedo

Y regreso,
de nuevo a este vagón
para llorar contigo
y si... seguirte a tu casa