jueves, 24 de junio de 2010 | By: Roque

Vivir

Quiero escribir
sin límites
en todo lo que
nos pasa y pasará

En mi temor
de la incertidumbre diaria
del ¿qué pasará?
y del ¿por qué no?

A diario
en mis sacrificios
del ego
o bien de vida

A veces
la tortura
o la sentencia misma
parece tan romántica

Como aquella escena
donde tomo una flor
mientras la guillotina
cobra justicia

La rigidez misma
de mi carácter
de mi forma de ser
de las exigencias de ayer

Todo esto me lleva
a entender
la soledad
o el destino del trabajo

Pero dentro de mi
hay una voz que dice
que debo de hacerlo
y no vivir en el hubiera
martes, 22 de junio de 2010 | By: Roque

Casas amarillas

En un día cotidiano
Donde viajar
Es mas que conocer
O descansar

Me encuentro
Con un camino
Profundamente lleno
De vida

Donde la madrugada
Con su frío hablar
Da pasos a la luz
Y permite despertar

Aquí la vida
Es menos rápida
Tanto
Que sueño

Y ese sueño
Es mas apacible
Como el arullo
De las olas

Mi espíritu
Siempre desesperado
Ha encontrado
Un gran campo

Las risas son ahora
Parte del día a día
al fin encontré
tranquilidad en mi alma

Y no quiero volver
al ruido cotidiano
a la marcha forzada
al hacer por hacer

Todo esto
en este místico lugar
con sencillas calles
lleno de casas amarillas.
lunes, 21 de junio de 2010 | By: Roque

Llueve y cantas

En mis pasillos,
en cada uno de los balcones
donde la nostalgia
se confunde con lo nublado

Luces tenues
amantes del gris
de tintes violetas
y besos suaves

Regreso
en la lentitud
del vagón
de por sí ya triste

Para llegar a mi casa
a escuchar los ríos,
encontrar el aire húmedo
resbalar en el charco

Me invitas
a jugar
con tus retos
quitándome el frío

Me devoras
en tu sonrisa
me consumes
con tu abrazo

Ahora
los dos
hacemos que crezca
un gran árbol

Frondoso y fuerte,
imponente en altura
delicado, con grandes ramas
apacible, con pequeñas hojas

Alimentado
de nuestros deseos nocturnos
de palabras
que los dos nos hemos apropiado

Del delicado inicio
Al desenfrenado palpitar
Llegando al clímax
aparecemos el sol.
lunes, 14 de junio de 2010 | By: Roque

Escape

El sonido de un timbre anunciaba el fin de la jornada escolar del día, los alumnos guardaban todos sus útiles en sus mochilas saliendo rápidamente hacia la salida del plantel escolar. El profesor Frija, vestido con un traje negro, guardaba sus listas y materiales en el maletín viejo que acostumbraba portar, su semblante siempre tranquilo y jovial transmitía paz a quién se le atravesara por su camino.

Había terminado sus clases de matemáticas en la secundaria donde por órdenes de sus superiores, había tenido que establecerse por un tiempo indefinido, él fiel a sus principios, había aceptado el reto, a pesar de que su destino actual no le agradaba del todo, había algo superior que lo mantenía con buen ánimo y esto era la firma al juramento de servicio que regía a todos los Maiwi[1].

Frija era un tipo de buen semblante y carácter, vivía su profesión con un sentido de pertenencia a la legión como algo sagrado, fue reclutado cuando él ya contaba con estudios universitarios y una aparente vida normal en la sociedad tradicional de Supi; sin embargo un representante de los maiwi habló con él en una tarde, dándole la noticia de que era uno de los elegidos para participar en la educación y formación de nuevos mercenarios.

Esa tarde, donde el sol iluminaba cada uno de los rincones del salón de clase, Frija se dirigió al aula de actividades extracurriculares, ya que apoyaría en la coordinación de un grupo de actividades juveniles en formación ética; los maiwi profesaban no sólo la educación de carácter militar, también se encargaban de sustentar sus acciones hasta en materias como la filosofía o la metafísica, sin embargo con el paso del tiempo la organización tuvo que ampliar sus alcances formativos ya que la sociedad había tenido grandes transformaciones y exigía ciudadanos educados, si bien en un régimen estricto, ahora buscaba la formación de líderes administrativos y diplomáticos.

La búsqueda de nuevos aspirantes a la formación y vida de los maiwi se había vuelto complicada, ya que la sociedad actual veía en ellos un modelo de vida un tanto obsoleto y poco atractivo, sin embargo Frija tenía la esperanza de que en estos grupos de formación ética pudiera reclutar a chicos interesados en la vida de la legión.

Neb era un muchacho tímido que asistía al grupo por una sencilla razón y ésta era que los participantes quedaban libres de participar en actividades deportivas, ya que él nunca había practicado algún deporte durante su niñez y era presa constante de la burla de sus compañeros, por lo que al integrarse a esta actividad le ahorraba un sinfín de problemas.



[1] Legión formativa de mercenarios de guerra

domingo, 13 de junio de 2010 | By: Roque

Regreso

La noche acompañaba el regreso lento y tranquilo de Neb hacia la estación de trabajo, su mirada estaba perdida, pero se mantenía firme en un lugar casi indescifrable para el resto de sus compañeros de misión, sus ropas mostraban grandes manchas de sangre que se habían mezclado con el polvo del poblado en el que libró una batalla a la cual, como de costumbre, había sido asignado con un pequeño batallón de mercenarios, que al igual que él, no creían en nada más que la sobrevivencia día con día; la llegada se acercaba ya que habían logrado ver en un anuncio de la autopista que sólo se encontraban a 15 kilómetros de su destino final.

El resto de sus compañeros platicaban o reían, el cansancio había logrado que algunos de ellos durmieran plácidamente, al parecer sin importar si estuvieran en una posición cómoda, parecía que habían dejado atrás las escenas tormentosas que hasta hace unas horas definirían la vida o la muerte, el resultado de la misión había sido satisfactorio, ya que habían logrado cumplir con el setenta por ciento de avance en una zona que anteriormente se había declarado como perdida, ahora en cuestión de dos días la comunidad los había recibido con asombro, ya que a pesar de ser un pequeño batallón, habían logrado lo imposible, aunque al parecer estas hazañas y méritos solo preocupaban a los gobernantes y ahora la empresa que los había contratado.

Neb se encontraba no sólo viendo los kilómetros de asfalto que se tendían como una línea discontinua, enmarcadas con el paisaje verde y montañoso a su alrededor, su mente parecía rebobinar con detalle cada uno de los movimientos e instrucciones otorgadas por él al resto del batallón, los errores y contratiempos, así como los posibles cambios que hubiera podido hacer, repasaba de forma constante la estrategia y logística que en la estación de trabajo había realizado a marchas forzadas, en fin era como recrear una situación perfecta que nunca existió y si había existido solo había sido en la misteriosa mente de él.

El chófer de la unidad que los transportaba hizo una interrupción en la reflexión de Neb, -¿Me puede decir cómo llegamos a la base al entrar a la ciudad?, no conozco esta zona y no quisiera demorarme en devolver la camioneta, ¡usted sabe como son los jefes!- Neb sólo asintió, aunque realmente seguía conectado con esa revisión tan minuciosa, sin embargo el cansancio también se estaba apoderando de él y no quería anotar algún otro contratiempo en su bitácora, por lo que contestó de forma tajante un –ok- mientras habló para sí mismo –estos chóferes deberían de tener registrados en su sistema de localización todos los destinos a los que vamos, será un dato que propondré en la junta de consejo-.

Era tal la concentración de Neb que a pesar de que conocía perfectamente el camino hacia la estación, no podía dar una orden precisa al conductor, por lo que se apoyaba en uno de los sargentos que lo acompañaban, su nombre era Jevi y a pesar de que era mayor que Neb, nunca había obtenido un rango mayor que él, debido a sus pocos estudios, sin embargo contaba en su historial con intensas jornadas en campo, él se había encargado de entrenar a la mayoría de su familia y los había reclutado para los proyectos que se le encargaban, a pesar de que había tenido con anterioridad discusiones con los altos mandatarios, su tenacidad había logrado que pasaran por desapercibidos estos incidentes, a final de cuentas era un soldado leal a la legión, su pequeña estatura había hecho que le apodaran “Ogro verde”, como un complemento al carácter explosivo que lo llegaba a caracterizar.

Jevi fue el guía del conductor, ya que Neb no sólo seguía perdido en su concentración, también se veía notablemente confundido, como si un relámpago hubiera iluminado el camino por el que iba, una luz blanca y cegadora irrumpió en aquellos cálculos y perfecciones, una fuerte interrogante se abría en su mente -¿A partir de qué momento empecé a ser un arma tan compleja?-, esta pregunta retumbo en sus entrañas al percatarse de todo el dolor que esto acompañaba, había hecho a un lado no solo a su familia, también al arte, a todo lo que en su adolescencia le habían enseñado, incluso el amor no figuraba en su tiempo, si bien había salido con alguien y tenía pequeños noviazgos, Neb no vivía enamorado, pareciera que aquellas ideas o sentimientos se hubieran escapado de su memoria y ahora asexuado al fin, era una máquina disponible.

Sin embargo el largo camino llegaba a su término, por lo que Neb no podía atender totalmente a esta cuestión que le había tomado por sorpresa, tal como si con anterioridad su vida hubiera sido marcada más profundamente que los tatuajes que ahora portaba en señal de superioridad, de esa estela que emanaba solo con su presencia, ya que el resto de los integrantes de la unidad del batallón no le temían, pero lo consideraban una persona misteriosa envuelta en un manto de nobleza.

Al descender de la unidad, se percibía un ambiente de ligero júbilo, que se vio opacado cuando Neb dio la orden de descargar todo el equipo que se había utilizado en la misión, los soldados tenían que reunir fuerzas de la nada, ya que por lo forzado del itinerario sólo habían podido realizar una parada para probar un ligero alimento, sin embargo el deseo de llegar a sus hogares inundó su organismo, haciendo que de forma rápida y organizada todo estuviera en el almacén de la estación de trabajo, como era costumbre todos se reunieron al finalizar la actividad encomendada, esperando las instrucciones de su Comandante, Neb no entabló conversación alguna, sólo se limitó a repartir el dinero necesario para que los soldados llegaran a sus hogares (la empresa lo contemplaba en su presupuesto) él se quedó solo como era la costumbre en la oscuridad de la noche, hambriento y adolorido, recordando como cuando niño su padre pasaba hasta tarde por él a la escuela.